San Martín Texmelucan, Pue. Son
contadas las familias Texmeluquenses que continúan con la tradición de elaborar
pan de la temporada de muertos a través de hornos artesanales que se encuentran
al interior de las viviendas, piezas que son colocados en las ofrendas, comparten
entre familiares o lo dan cuando infantes piden su calaverita.
Y
es que días previos al 28 de Octubre las
familias se dan a la tarea de adquirir los productos para elaborar el pan de
muerto, como es; la harina de trigo, levadura, manteca, azúcar, huevo, guayaba, naranja, polvo para hornear, nuez,
pasa, grajea, mantequilla y canela, desembolsando la cantidad de 500 a 3 mil pesos dependiendo la cantidad a elaborar y la
calidad de los productos.
El
día destinado para elaborar el pan, desde temprana hora se prepara el horno
artesanal con leña para que alcance la temperatura adecuada para hornear,
mientras que adultos como los niños, participan en la preparación de la masa y
la elaboración de la hojaldras, conejos o figuras alusivas a los muertos, después son colocadas en
charolas donde son adornadas con ajonjolí o grajea, son metidas al horno, entre
10 a 15 minutos, para sacarlas y ver que el pan ya esté listo, se enfría en las
mesas y más tarde se colocan en canastas o chiquehuites.
Don
Martín indicó recuerda que desde hace 50 años en la casa de su mama se reunían
todos los hermanos para elaborar el pan que era cocido en el horno artesanal
que tenía su papa, donde de 300 a 500 piezas horneaban y prácticamente todo el
día se la pasaban trabajando, al final era satisfactorio comerse una hojaldra o
conejo con un jarrito de café de hoya calientito.
Tras
el fallecimiento de su papa, el decidió construir un horno en la parte trasera
de su casa, donde de igual forma se reúne con
sus hijos para elaborar el pan de temporada de muerto, mientras que
otras familias hacen su piezas de pan y las mandar a hornear a la panadería,
pero hay quienes prefieren pagar a una panadería para que les hagan su pan,
obviamente no sabe igual al que se hornea de manera casera.
Por:
Ascención Benítez Sánchez.
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